El blog de roldan

  Pensamos que la vida no cambia, aunque vemos cambiar el niño a viejo. Cambia también el hombre de ignorante a sabio, pero la vida sigue igual. Ella no cambia.

  A veces nos parece viviéndola que ella cambia y al hablar, se escucha entre otras afirmaciones: “Debo cambiar mis lentes, no veo bien, seguros que están vencidos.” Más sabemos que los lentes no vencen su grado de visión. Lo que en verdad vence es la capacidad de percepción de los ojos por el desgaste celular del organismo, hacia el envejecimiento hasta morir. Un cambio del sujeto, pero no de la vida.

  Vemos el sol salir todas las mañanas, por el naciente y se oculta por el poniente. Todos los días mueren personas, generaciones tras generaciones pasan y la vida siempre es la misma. Algunos expresan, como cambia la vida, rememorando su juventud. Lo que es un error de concepto, porque en realidad somos los humanos los que cambiamos, no la vida.

  Ya que hablamos de cambios en las personas y costumbres, hay un hecho sociológico muy significativo en lo referente a ver la muerte de otra manera en nuestros pueblos tal como lo muestran algunos ejemplos. Los que nos indican la idea de progreso de sus habitantes al no concebirla como anteriormente.

 Antes en los velatorios y sepelios de los fallecidos predominaba más el silencio por respeto al cadáver. Solo lamentaciones de dolor y tan solo un murmullo de los acompañantes. El luto negro formaba parte de las damas y una parte de los caballeros.

 Ahora en estos tiempos, el color negro va desapareciendo, irrumpe en el instante, una música que minimiza los sollozos. Un conjunto musical, una mini teca, música de  mariachis, le dan un sentir y sabor diferente que acompaña al féretro al cementerio o campo-santo como postrer despedida. Un cambio interesante de los humanos. Pero nacer y morir es la ley de la vida y esta no cambia. Cambiamos los humanos, pero no la vida.